viernes, noviembre 13, 2015

Lance Armstrong.






LA HISTORIA DE ARMSTRONG
Tengo 28 años y me llamo Lance. Soy estadounidense y creo que puedo decir con orgullo que me considero un ganador. No me malinterpreten, no lo digo con presunción, sino como consecuencia de haber podido salir airoso -hasta ahora- de los revolcones que me ha dado la vida. Me explico.
Nací en Austin, Texas, y desde pequeño me gustó el deporte. Destaqué en natación y triatlón, y se me daba bien la bicicleta, por lo que pronto pasé a ser ciclista profesional. Era bueno, tanto que a los 21 años me proclamé campeón del mundo. Tenía por delante un futuro prometedor, poseía un rancho increíble a las orillas del lago Austin y hasta llevaba en el bolsillo las llaves de mi propio Porsche. Pero un día, el 2 de octubre de 1996, salí de casa para hacerme unos análisis médicos y, cuando volví, era otra persona. Durante semanas había notado una gran inflamación en la ingle, suponía que a resultas de montar en bicicleta. Los ciclistas estamos acostumbrados a ignorar el dolor, pero comencé a vomitar sangre y a tener pérdidas de visión y migrañas.
Me diagnosticaron un cáncer en el testículo y después, para complicar más las cosas, descubrieron que también tenía una docena de tumores, del tamaño de una pelota de golf, en los pulmones y el cerebro. Saben, yo no nací para vivir una muerte lenta. No hago nada con parsimonia, ni siquiera respirar. Hablo rápido, me duermo rápido y mi existencia transcurre a toda velocidad. Me he pasado la vida compitiendo sobre una bicicleta y, cuando me comunicaron que tenía cáncer, decidí pelear contra él. Le dije: "Te has equivocado de persona. Al elegir un cuerpo para vivir en él, cometiste un error porque seleccionaste el mío". Pero, en el fondo, sabía que todo eran fanfarronadas. Mi cara estaba pálida, mis ojos hundidos y mi boca parecía una línea delgada sobre el rostro.
Entonces, cambié de táctica e intenté negociar con la enfermedad. OK, si el trato es que nunca vuelva a montar en bici, de acuerdo, pero quiero vivir. Dime dónde tengo que firmar. Volveré a la escuela, me convertiré en un hombre-basura, todo el día tumbado, sin hacer nada, pero quiero vivir. Los médicos aseguraban que tenía un 40% de posibilidades de vencer al cáncer, y ahora, cuando me miro en el espejo, creo que fueron muy considerados. Verán. A la altura del corazón tengo una cicatriz del catéter que llevé los tres meses en los que recibí quimioterapia. Otra cicatriz, recuerdo de la cirugía, secciona uno de mis testículos y asciende por la ingle hasta la cadera. Pero la palma se la llevan las dos medias lunas de mi cuero cabelludo, recuerdo de una intervención cerebral.
TUMORES
En el Centro Médico de la Universidad de Indiana tuve la suerte de conocer a un neurocirujano, el doctor Scott Shapiro, y un oncólogo, el doctor Craig Nichols, que se ganaron mi confianza. Nichols me propuso recurrir a la cirugía para eliminar los tumores del cerebro porque, de tratarlos con radiaciones, éstas podrían afectar al sistema nervioso central, produciendo un ligero deterioro intelectual y de coordinación. Nada serio para una persona que hace una vida normal, pero sí para alguien que tiene que bajar en bici, y a mil por hora, los puertos de los Alpes. En cuanto a la quimioterapia, decidió utilizar un protocolo basado en el platino, llamado VIP que, según él, era más cáustico a corto plazo pero que, a la larga, castigaría menos mis pulmones. Se trataba de un cóctel de tres medicamentos -Vepesid, Ifex y Platinol- de los laboratorios Bristol Myers Squibb, conocidos por su elevado índice de éxito en los tratamientos contra el cáncer.
La noche anterior a la operación de mi cerebro, el doctor Shapiro vino a verme. Estaba más serio que de costumbre. Me dijo que los tumores estaban en lugares peligrosos y que, por ello, la intervención necesitaba ser milimétrica, ya que el menor fallo podía afectarme la vista o comprometer mi movilidad... A mí me aterraba pensar que iban a abrirme la cabeza. Shapiro me animó: "Mira, a nadie le gusta que le hagan algo así. Si no tuvieras miedo sería rarísimo". Después de la cirugía me sometí a cuatro sesiones de quimioterapia. Tras ellas, el 13 de diciembre de 1996, estaba encogido en posición fetal y vomitaba las 24 horas del día. Había perdido nueve kilos y toda mi masa muscular había desaparecido. Además, se esfumó mi contrato de 440 millones de pesetas, por dos años, con Cofidis, el equipo francés que me dio por desahuciado. Mis otros patrocinadores, Nike, Oakley, Giro y Milton Bradley permanecieron leales, pero mi principal fuente de ingresos procedía de Cofidis. Tuve que vender mi Porsche y a punto estuve de hacer lo mismo con mi casa. Creían que estaba acabado. Nadie me quería fichar. Incluso un director le dijo a mi representante: "Vamos, sabes que nunca volverá al pelotón". Al final, un equipo patrocinado por el U.S. Postal Service me fichó por mucho menos de lo que solía cobrar, exactamente por 38 millones de pesetas anuales. Fue mi impuesto al cáncer. En 1998 volví a pedalear.
Mi retorno al ciclismo fue un fracaso, aunque más tarde descubrí que la enfermedad me había convertido en un hombre más inteligente y centrado. Mi primera carrera la disputé en España, fue la Ruta del Sol. Acabé decimocuarto. Dos semanas después corrí la París-Niza, una dura competición de ocho días marcada por la lluvia y un viento gélido. En la segunda etapa me bajé de la bicicleta y exclamé: "No quiero pasarme el resto de la vida haciendo esto. Me voy a casa".
LA VIDA PATAS ARRIBA
En Austin me convertí en un holgazán. Jugaba al golf, hacía esquí acuático, bebía cerveza y me pasaba las horas en el sofá haciendo zapping. El cáncer me había puesto la vida patas arriba y estaba desorientado. Nadie podía comprenderlo, excepto Kristin, mi mujer. La había conocido un mes después de acabar la quimioterapia, durante la presentación de mi fundación contra el cáncer. Me enamoré de ella y le propuse que se casara conmigo. Tras varias semanas vagueando, me habló claro. Me preguntó si iba a seguir en ese plan o si pensaba volver al trabajo. Decidí que quería seguir en el ciclismo y retomé mis entrenamientos. Empezada la temporada, gané varias carreras, como la cronometrada del circuito de la Sarthe, el prólogo de la Dauphiné Libéré y una etapa en la Route du Sud. Me sentía feliz porque, aunque cada seis meses tenía que someterme a radiología para evitar recaer, estaba prácticamente curado.
Y entonces llegó el Tour de 1999. Hasta aquel momento me había considerado un ciclista de carreras de un solo día, pero pronto comprendí que también en eso había cambiado. La carrera comenzó con un prólogo en el que los favoritos eran Abraham Olano, el campeón del mundo, y Alex Zulle. Lo hicieron muy bien, pero gané yo. Era el líder. Por primera vez me puse el jersey amarillo. En Niza, Kristin, ya mi esposa, se encontraba frente al televisor cuando subí al podio. Se puso a dar saltos de alegría por la casa mientras nuestro perro ladraba. Desde entonces, mi equipo se dedicó a protegerme del ataque de mis rivales y yo a cuidarme de las caídas. En Metz gané otra etapa, una cronometrada de 56 kilómetros conocida como la hora de la verdad porque, en ella, sucumben los más débiles. Y al día siguiente repetí triunfo en la durísima primera etapa alpina que terminaba en Sestrière, en la frontera franco-italiana.
Sabía que en el pelotón pensaban que no aguantaría en la montaña. Tenía contrincantes muy peligrosos, como Zulle o Escartín y, por delante, subidas tan difíciles como la cima del Télégraphe, la del Galibier, la de Montgenévre y, por fin, la meta en lo alto de Sestrière. Iba en un grupo perseguidor con otros cinco ciclistas. Juntos comenzamos a subir los 30 kilómetros del último puerto y, cuando faltaban ocho para la meta, ataqué y me fui con Zulle en busca de Gotti y Escartín. Rodaba sin dificultad y, al alcanzar a los fugados, me puse a rueda de Escartín. Me miraba atónito. Quise saber cómo se encontraban, sondear su estado físico y mental. Por eso les ataqué. No respondieron. "Llevas 30 segundos de ventaja", me decía Johan por mi auricular.
EL TRIUNFO
Gané aquella etapa y cuando entraba en meta, un torbellino de sentimientos giraba en mi cerebro: pensaba en el cáncer y también en la incredulidad de mis compañeros, que dudaban de que volviera a poder montar. Por eso pedaleé aún más rápido. Gané otra etapa, la cuarta de aquel Tour, y otra cronometrada, esta vez en Futuroscope. En París, tras bajar del podio con el cheque de 70 millones de pesetas, salté hacia las gradas para abrazar a Kristin, mi mujer, y a Linda, mi madre. Un periodista le preguntó si pensaba que la victoria de su hijo había sido contra pronóstico. "Toda la vida de Lance ha sido contra pronóstico", respondió. Me interrogaban por el pasado y por mi enfermedad, pero lo que me importaba era que me había convertido en el mejor. Kristin y yo esperábamos un hijo para finales de septiembre, que ya es famoso por los anuncios de Bristol Myers, en los que aparece entre mis brazos. Cuando nació le bautizamos Luke David Armstrong y mi mujer nos llama "mis dos chicos milagrosos". La verdad es que si ahora alguien me diese a elegir entre resultar ganador del Tour o del cáncer, elegiría lo último. Así como suena.

Esos Locos del Ciclismo-




Adaptado de el Atleta, esos locos que corren.
Para ver el video hacer click en el siguiente enlace:



https://www.youtube.com/watch?v=OKou3i5TQGg



jueves, octubre 15, 2015

Trucos Bikes.



Entrar  a la siguiente pagina:

http://www.ciclismoafondo.es/mecanica/reparacion-y-mantenimiento/articulo/trucos-bricolaje-mecanica



sábado, agosto 01, 2015

BRICEÑO

Otra vez desde Briceño sitio de reunión infaltable, después todos pertenecemos al equipo de los independientes, es decir, cada uno por su lado. Que vainas no?

lunes, julio 06, 2015

Guatavita

Y a Manuel Castañeda, le dio por ir a la represa del Tomine, a ver si aun existe algún tesorito por ahí olvidado.

El Sisga.

Parte de los ELITE se fueron de paseo, para la represa del sisga, bueno hay uno que otro colado. De todas formas disfrutaron de la enrollada de cadena.


viernes, junio 12, 2015

HIDRATACION

COMENZAR, DESHIDRATADO Y SIN SABERLO
¿Sabes por qué orinas tan claro cuando has bebido cualquier cerveza que contenga alcohol? ¿Sabes por qué no se hace la recarga de glucógeno de forma correcta cuando bebes alcohol? Después de leer el artículo ya no podrás decir que no lo sabes.
Todos conocemos que el alcohol y la práctica del ciclismo y del deporte en general, son incompatible. Por beber un par de cervezas, con alcohol, charlando con unos amigos en una terraza, no te vas a cargar un entrenamiento o una temporada. Inclusive ya hay un estudio que demuestra que dicha cantidad en hombres y la mitad en mujeres, puede aportar algún beneficio a la salud.
Pero lo que quizás no sepas es que si estás en plena temporada de ciclo turistas o competiciones, el alcohol va a impedir que te hidrates correctamente y de hecho va a conseguir que te deshidrates y también va a impedir que recargues tus depósitos de glucógeno. El alcohol puede estar detrás de algún desfallecimiento demasiado temprano y culpable de los calambres que sueles sufrir a pesar de que te inflas a plátanos y te suple mentas con sales minerales. Por lo tanto en la semana previa a una marcha ciclo turista o competición, y en donde tienes que cuidar tu alimentación y tener más mimo con ciertos detalles, aléjate del alcohol.
¿Cómo te deshidratas?
Cuando bebemos agua, ésta llega a los riñones a través de la sangre y es filtrada con el resto de elementos que pueden ser o no perjudiciales para ser expulsados por la orina. En el hipotálamo, una glándula que se encuentra en el cerebro con funciones reguladoras, se segrega una hormona que se llama vasopresina y que es la responsable de nuestra hidratación ya que entre sus muchas funciones, es la encargada de reabsorber el agua que ha llegado a los riñones y que así pueda cumplir sus funciones orgánicas. No debemos olvidar que el agua interviene en todas las reacciones metabólicas que tienen lugar en nuestro organismo.
Pues bien, cuando bebemos alcohol y éste es detectado en sangre, se inhibe la producción de vasopresina. Por lo tanto, cuando el agua llega a los riñones, al no existir vasopresina, no es reabsorbida y es expulsada a través de la orina. Por eso cuando te has tomado dos o tres cervezas con alcohol u otras bebidas alcohólicas, vas tanto al baño y orinas tan claro. El agua no puede ser retenida en los riñones, es expulsada y te estás deshidratando. De ahí que al día siguiente de haber tenido una celebración regada con alcohol, seas capaz de beberte hasta el agua de los floreros porque tienes una sed que te mueres.


lunes, marzo 16, 2015

RECUPERACION

De gran utilidad, para la recuperación después de una ardua jornada. Para tener en cuenta.


LA VENTANA DE LA OPORTUNIDAD
Más técnicamente se le conoce como la ventana anabólica ya que es el momento en el que los músculos se encuentran más receptivos para recargar o recolectar glucosa y almacenarla en forma de glucógeno. Es momento de recargar lo que has gastado. Esa ventana son dos horas y en particular los primeros treinta minutos. En condiciones normales, la glucosa se sirve de la insulina para ingresar en la célula ya que de lo contrario no es posible. Sin embargo, al volver de entrenar, y en especial si la salida ha sido muy intensa, a los primeros treinta minutos se les conoce como fase insulino independiente ya que no es necesaria insulina para que la célula capte la glucosa y además se multiplican los receptores (GLUT-4) que esperan a la glucosa con los brazos abiertos.
Es por lo que habrás podido comprobar que cuando llegan los ciclistas a meta, lo primero que reciben de manos de los auxiliares, es un bidón que además de comenzar con la hidratación, aporta carbohidratos de alto índice glucémico para que comiencen con la recarga. Una vez pasados esos primeros treinta minutos, todavía se dispone de tiempo para recargar, pero ya se puede realizar con comida sólida. Siempre con carbohidratos de alto índice glucémico que al ingerirlos, son los que se transforman más rápidamente en glucosa.
La recarga se puede hacer con bebidas isotónicas que aporten maltodextrina, dextrosa, sacarosa, glucosa o amilepectina (todos ellos carbohidratos de alto índice glucémico y componentes principales de las bebidas deportivas), zumos azucarados, batidos de frutas y si están maduras mejor o agua con glucosa. Por ejemplo, un zumo con piña, plátano y naranja, sería una buena opción.
En estas dos primeras horas se debe aportar entre 1 gramo y 1’2 gramos por kilo de peso corporal. Por lo que si pesas 70 kg, unos 70 gramos de carbohidratos de alto índice glucémico, aproximadamente. También será buen momento para acompañar a los carbohidratos, con proteínas de calidad para que cumplan su función plástica y reconstruyan las fibras musculares que han sido dañadas.
Una vez te hayas duchado y antes de que se cierre la ventana de la oportunidad, ya podrías ingerir comida en estado sólido. Siempre carbohidratos de alto índice glucémico como por ejemplo, arroz blanco, pan blanco, puré de patata con zanahoria cocida, pasta, cereales azucarados, barritas y frutas como sandía, melón, naranja, piña y plátano. Todo dependerá del momento que termines de correr y la primera comida sea un almuerzo, comida, merienda o cena. La proteína sólida restríngela al mínimo en la primera comida si la salida ha sido muy intensa. Muy importante no ingerir grasas ni productos integrales, en las primeras horas porque se retrasa la recarga de los depósitos de glucógeno.
Una vez pasadas esas dos horas, el poder de recarga desciende exponencialmente ya que puede retrasarse hasta un 150%. Además debes tener en cuenta que el sistema cardiovascular vuelve a su estado habitual y restringe el paso de sangre a nivel de tronco inferior por lo que el transporte de alimento hasta el músculo desciende considerablemente ya que dicho alimento viaja a través del riego sanguíneo.
Si no muestras un interés especial en llevar a la práctica estas recomendaciones, vas a tener dificultades en los inmediatos entrenamientos o salidas ya que vas a tener dificultades para subir las pulsaciones e inclusive si eres de los que sueles salir siempre con ritmos demasiado elevados, puedes llegar a caer en el sobre entrenamiento.

lunes, febrero 09, 2015

Dia sin carro en Bogotá






Aprovechando que el pasado 5 de Febrero, jueves y como todos los primeros jueves del mes de febrero en Bogota, existe por voluntad popular, la restricción al uso del vehículo particular.
Aprovechamos esta excusa para ir a la población de Guasca, a disfrutar de un magnifico día, Y la gran mayoría subieron hasta la cuchilla distante 12 kilómetros, de Guasca hacia Gacheta.

Briceño

Como es nuestra costumbre, semanalmente al menos dos veces visitamos esta población, para practicar ciclismo, y departir con nuestros amigos bikers, que enrollen cadena en cada salida.
Aquí en compañía de Cesar Chaparro, Pedro Arenas, Jaime, Victor Escallon, Carlos Castelblanco y Manuel Castañeda.


Raul Congote



Nuestro amigo y compañero de aventuras, Raul, a finales del año pasado, sufrió un accidente, del cual salio muy maltratado tanto física, como moralmente, hasta el punto de claudicar y no seguir practicando, este deporte que tanto le gusta y apasiona,

Nuestro amigo Raul, este año cumplirá sus 82 años de vida y es quien esta en la foto vestido de civil.

Lamentamos profundamente su accidente pero mas lamentable para nosotros, la decisión tomada, de no seguir en estas lides.

Pero es su voluntad y se la respetamos, ya buscaremos otras oportunidades y otra forma de reunirnos y de gozar de sus ocurrencias, de su poesía y de su espíritu, por demás, muy competitivo.
Un abrazo de todos, sus bikers amigos y compañeros en la ruta.